Seat 600 história; hasta 28 cv de potencia

El 600, como denominación genérica y en todas sus versiones, es el icono, el gran mito del despegue de la motorización española en la época de post-guerra. Ningún otro modelo ha quedado tan grabado en nuestro subconsciente colectivo, ni como recuerdo sentimental ni como memoria de su presencia en nuestras calles y carreteras. Es el coche, como gente ya muy adulta todavía recuerda, con el que su padre le enseñó conducir.

Por ello, está profundamente arraigado en la historia del «día a día» de muchas familias españolas durante las décadas 50, 60 e incluso 70. Y muchísimos hijos, nietos y hasta biznietos de sus propietarios, llevan décadas oyendo contar anécdotas de los «épicos» viajes. En aquella época viajar tenía mucho de aventura, en la que se mezclaban lo precario de la red viaria, el muy limitado nivel prestacional de los coches disponibles, y una fiabilidad mecánica que no era la de hoy en día.

Con el 600, muchas familias de clase media hicieron realidad el sueño de adquirir su propio vehículo por un precio aproximado de 63.000 pesetas, lo que hoy en día son 378,54 €. Otro dato significativo que nos ofrece una clara visión de lo mucho que han cambiado los tiempos.

La salida del concesionario al volante del coche nuevo, tras haber escuchado los consejos del probador que lo entregaba, constituía el punto culminante de una odisea que había empezado muchas semanas, e incluso meses antes. Exactamente desde que se hizo la solicitud de compra. La dimensión de la llegada del 600 fue tal que en 1958 su producción se multiplicó por seis.

Hasta 28 CV de potencia

Inicialmente, el SEAT 600 contó con un motor de 633 cc de cilindrada y 18/20 CV -que se mantuvo en producción durante seis años-, para pasar posteriormente a las versiones D, E y L-Especial con 767 cc, -subiendo su potencia a 25 CV y posteriormente a 28 CV-, que ocuparon los diez años restantes de la andadura del 600.

En todos los casos la carrocería se mantuvo prácticamente invariable, al margen del cambio de orientación en la apertura de las puertas a partir de 1970. Y respecto al motor, el del 600 original como se comentaba anteriormente no varió apenas en seis años, fiel a sus 18 y luego 20 humildes pero voluntariosos caballos, mientras que el más moderno se mantuvo también inmutable con 25 CV en los D y E, y tan sólo en su último año, ya como L-Especial, ganó tres CV de potencia, gracias a un aumento de compresión. Dicho L-Especial, como su nombre indica, aportaba refinamientos extra, como una tapicería más acogedora y llave de contacto con antirrobo de dirección.

Pero el 600-D aparecido en 1963, y su sucesor el E, se podrían considerar como «el 600» por antonomasia: con la cilindrada que sería la definitiva hasta el final de su existencia, se enfrentaba a las duras condiciones de los exigentes trazados de aquellos tiempos. Pero el 600 también tenía otras virtudes, evidentemente. En primer lugar, sudiseño de carrocería, aprovechando sus 3,30 metros de longitud con un habitáculo en el que en teoría cabían bien cuatro personas, y muy justas cinco, aunque en la práctica se metían muchas más…

El 600 tenía una buena robustez básica y también ofrecía una gran facilidad de reparación, pues su mecánica era sencilla y accesible. Por otra parte, había repuestos en casi todas partes; no sólo en la red oficial, sino en todas las tiendas de accesorios con lo que, con reparaciones pequeñas o no tan pequeñas, duraba años y años.

Llegaba a los 115 km/h

A nivel de prestaciones, el 600 conseguía una velocidad máxima de 115 km/h y cubría los primeros 1.000 metros en 45,5 segundos, unas cifras nada desdeñables si hablamos de un motor que rendía 28 CV como máximo. Asimismo, el consumo en ciudad era de 10 litros a los 100 kilómetros y en carretera se conformaba con 6,5 litros, con una autonomía de 461 kilómetros.

Y qué decir del volumen del maletero. El 600 se conformaba con 68,5 litros, que tenía que compartir, bajo el capó, con el depósito de combustible y la rueda de repuesto. Pero esto no era impedimento para ir a la playa con todo el equipaje de la familia, ya que uno de los elementos «extra» fundamentales de todo buen 600 de la época que se precie era el disponer de una buena baca.

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